agosto 07, 2013

Diario de un viaje corto

                      *4*
Viajar es en cierto sentido una manera de vivir la vida de los otros. El viajero encuentra en la cotidianidad lo extraordinario, en las rutinas acciones que no comprende o que por fin entiende. Espiar los balcones, recorrer los barrios que nadie recorre, mirar con extrañeza las fachadas de los edificios, las caras, las montañas nevadas. 

Me detengo en las bicicletas que pasan: delgadas, elegantes, de colores, rápidas. Recuerdo a "pasaron junto a mí las bicicletas, los únicos insectos de aquel minuto seco del verano, sigilosas,  veloces, transparentes: me parecieron sólo movimientos del aire". Una voz me interrumpe. Es Robin, tranquila y rubia. Me cuenta sobre su vida en Chile. Le hace falta su bicicleta, le hace falta salir a todas partes en ella. Le hace falta Utrecht. A mí también. Robin habla chileno. Dice "polola", una luca, se ríe. Sabe que está hablando y que no le entiendo. Trata de recuperar el acento que alcanzó a tener cuando estuvo en Colombia. Me río con ella, es dulce, es linda. Me gustaría volver a verla. 

Camino sin pensar, dejo que los cerros me lleven a la casa de Neruda. De nuevo estoy escarbando en la vida de los otros. Esta vez voy más lejos. Entro a la casa, paseo por los jardines, trato de prestarle atención al guía. Sólo pienso en los intrusos de la casa de Neruda. El baño nadie lo usa, las camas están bien tendidas. Estoy en la casa de uno de los pocos poetas que me gustan y no logro sentirlo. Dos fragmentos que no conocían me llaman la atención: "ninguna más, amor, dormirá con mis sueños" "cuánto te habrá dolido acostumbrarte a mí". Me derrumbo. Salgo de la casa lo más rápido que puedo. Tomo una foto y me dan ganas de llorar. 

Mi cámara dejó de funcionar. El rollo está malo y decido obligar a los ojos a recordar. Me acuerdo de Juan "no tomar fotos de animales, niños y ancianos". Vuelvo al Café Literario y me siento a escribir. Es tarde y hay que hacer la comida. El mercado es un desastre, no hay nada de lo que quiero hacer. No encuentro la crema de leche, juego a que estoy persiguiendo a un hombre que se ríe cada vez que me ve. Me aburro con el juego. Hay que cocinar. 

Después llegué a la casa, empecé a cocinar. Siempre he pensado que cocinar para otro es el acto más bonito, de amor, de agradecimiento, de amistad. Vino, pastas, música. Sueño con el Club Orsai.  Están Chiri, Casciari y Josefina. Busco a Ricardo Silva para que me firme su libro nuevo. Casciari habla de cosas que no entiendo, me siento incómoda y me voy. Argentina el viernes, Mairal el viernes, Higuera el viernes, Orsai el viernes, Cortázar y Pizarnik el viernes. Argentina por fin el viernes. 



1 comentario:

Viernez dijo...

El primer párrafo me trae a la mente solo una frase: El paso de la dicha a la costumbre es una de las mejores armas de la muerte. Julio Cortázar. Viajar es salir del mundo conocido, por eso es siempre tan interesante, tan revelador.

Me gustan las descripciones. Creo que son minuciosas, detalladas de una manera sutil.

Cada texto tuyo tiene al alguien en él, eso hace que sea más personal.

Toda la suerte en Argentina. haceme un favor: grabá un bandoneón en vivo.